Refugios verdes: cinco plazas para pasar bien el verano porteño


Son la Roberto Arlt, del Microcentro; la Lavalle, en Tribunales; la Rodríguez Peña y la Vicente López, en Recoleta, y el Parque Las Heras. Acá, sus rinconcitos imperdibles y otros “secretos”.

Se pueden oír algunos bocinazos por el trajín de Callao, Marcelo T. de Alvear, Rodríguez Peña y Paraguay, en el Centro de Capital. Pero la Plaza Rodríguez Peña, inaugurada en 1894, cuenta con un canil -que necesita césped- donde los perros siempre te sacan sonrisas. Y cuenta con otro tipo de maravillas. Entre ellas, la escultura El sediento, de la argentina Luisa Isella de Motteau (1886-1942). La obra, neoclásica, es recatada pero igual, en 1914, cuando la instalaron, generó críticas: “¡¿Un joven desnudo en la vía pública?!”

Esa plaza, la Plaza Rodríguez Peña, fue proyectada por Carlos Thays, el paisajista que vino de Francia y transformó la Ciudad -diseñó los bosques de Palermo y el Jardín Botánico, entre otros 67 paseos públicos emblemáticos-. Y, aunque la modificaron, el verde y el arte, junto con los antiguos senderos circulares, evocan su legado. Por eso, ese espacio verde es uno de los oasis más lindos entre los que brotan en medio del cemento local. No será tan popular como el Parque Lezama o como la Plaza San Martín, donde van los turistas a sacarse selfies. Sin embargo, ni en los bancos, ni en los juegos y ni en el pasto, en esta tarde de lunes de calor agobiante, queda lugar.

Plaza Lavalle
, en cambio, es una antigua "celebrity" local: fue inaugurada en 1878. Ocupa tres manzanas de Tribunales, ahora menos agitadas que lo habitual, porque así son los eneros porteños, porque hay feria judicial y porque está en una zona de prioridad peatonal. Así que resulta más fácil redescubrir su mayor joya ecológica: el ceibo de Jujuy plantado en 1878 por Torcuato de Alvear, mutilado y luego apuntado. Y si se lo mira desde el interior de la plaza, detrás suyo, sobre Talcahuano al 600, aparecerá el mirador Massue: un pedacito de Art Nouveau a la porteña -mascarón, flores, sensualidad- como incrustado en una torre. Es que el mirador es lo que sobrevivió del edificio que el francés Alfred Massue diseñó en 1903 como un Palacio, el Costaguta, para alquilar. En 1989 se vendió y apareció el plan de edificar. Ardió Troya pero igual demolieron. Así quedó.Algo parecido a lo de la Plaza Rodríguez Peña pasa con la Plaza Vicente López, otro de los remansos locales, no ultra conocido y sí muy concurrido. Allí ofrece sombra un gomero que ya pasó los cien años -como el de Plaza Lavalle y el de Plaza San Martín, que es parte de los 450 árboles "notables" de la Ciudad-.

Ese pulmón verde, Plaza Lavalle, ofrece fresco, rodeado de vecinos soñados -el Teatro Colón- y una colección de memorias extensa. El Templo Libertad, pionero, de 1897 (reformado hasta los '30), junto al Museo Judío. O el recuerdo del palacio de Mariano Miró, comerciante, uno de los más ricos de Buenos Aires, construido en 1868. Una especie de villa italiana, luminosa, con una escalinata de mármol y un gran mirador. Pero en 1887, Felisa, la viuda de Miró, empezó a pasarla mal cada vez que se asomaba a las ventanas. Sucede que en ese año inauguraron la columna de estilo dórico, de 18 metros de alto, que homenajea a Lavalle por su lucha por la independencia. Y ella, Felisa, era sobrina de Manuel Dorrego, a quien Lavalle había ordenado fusilar en 1828. En la década de 1930, al caserón, lo demolieron.

La Ciudad cuenta con 957 espacios verdes -incluyendo canteros de avenidas y bulevares-, que dependen de las comunas, informó la Secretaría de Atención y Gestión Ciudadana porteña, y con poco más de 40 plazas grandes y parques, en la órbita del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad. Entre los primeros, en el corazón del Microcentro, hay uno con una historia larga y un presente pionero: la Plaza Roberto Arlt . En ese predio, de Rivadavia y Esmeralda, hubo un cementerio en la época colonial. A la plaza la crearon en 1971 y sobrevivió, deteriorándose. El año pasado la arreglaron y la convirtieron en la primera de Capital dedicada a la diversidad sexual. Sigue rodeada de motos. Pero con sus bebederos, sus medianeras pintadas como arcoíris y sus exposiciones sobre géneros, es uno de los refugios de verano porteños más originales. Y, en una zona donde los edificios de oficinas y los locales mandan, necesario.

Cinco opciones:

1) ​Diversidad. Fue cementerio en la época colonial, asilo de huérfanas en el siglo XVIII y sede de una dependencia oficial durante siete décadas. En el '71 se convirtió en plaza, la Plaza Roberto Arlt, y sobrevivió durante más de cuarenta años, entre vandalismo, deteriorada. En 2018 la renovaron y se convirtió en la primera dedicada a la diversidad sexual de la Ciudad. Desde la Secretaría de Atención y Gestión Ciudadana informaron que las tareas de reacondicionamiento, terminadas en junio, costaron poco más de $9 millones e incluyeron: mobiliario nuevo -bancos, gradas, cestos y bebedores-, la recuperación de adoquines, la puesta en funcionamiento de las fuentes y la pintura de medianeras y rejas. Sembraron 13 árboles y cambiaron el sistema de riego. Y, por pedido de los vecinos, armaron cuatro postas aeróbicas. En Rivadavia y Esmeralda.

2) Memorias. La Plaza Lavalle ocupa tres manzanas, entre las calles Libertad, Lavalle, Talcahuano y Córdoba, bautizadas en 1878 en honor al político y militar Juan Lavalle. Y es un punto neurálgico de una zona antigua y agitadísima, "Tribunales" -salvo ahora, por la feria judicial-. Desde noviembre, con prioridad peatonal.

La escultura de Carlos de la Cárcova (1903-74), titulada Homenaje al Ballet Nacional, que representa a Norma Fontenla y José Neglia, a quienes recuerda junto con otros 7 bailarines del Teatro Colón que murieron en un accidente de avión el 10 de octubre de 1971, conmueve.

Dato I: Donde hoy está el Teatro Colón se encontraba la Estación del Parque, lugar desde el que partió en 1857 la locomotora La Porteña, estrella del primer viaje local en tren.

Dato II: En 1890 corrió sangre. Se enfrentaron la Unión Cívica y grupos militares con fuerzas del gobierno de Miguel A. Juárez Celman en la "Revolución del Parque".

3) Joyas ecológicas. Recoleta cobija al gomero más antiguo de Capital, de fin del siglo XVIII, en la esquina del bar La Biela (cuyo primer antecedente se remonta a 1850, en Quintana 596). El ejemplar de la Plaza Vicente López, ubicada entre Montevideo, Arenales, Paraná y Juncal, ya pasó los cien años y resulta imponente. Una gran fuente de sombra, que refresca.

En este pulmón verde no quedaron huellas del antiguo "horno de Britos" para cocer ladrillos ni del matadero de ovejas por el que se lo llamó “el hueco de las cabecitas” hasta casi el siglo XIX. Sí, de la pasión de Marta Minujín, la reina del pop, por el café. La artista plástica contó que en 2011 tomaba hasta dieciséis por día. El dueño del entonces bar Le Pont le propuso tazas gratis para siempre a cambio de una obra. Y ella pintó Rostros -perfiles de "una persona que se enfrenta a sí misma", definió- para la pared más importante del local, en Montevideo al 1300. La Plaza Vicente López No está en el Centro frenético de la Ciudad, pero es uno de los remansos con alma “de barrio” del turístico Recoleta.

4) Aire francés. La Plaza Rodríguez Peña fue inaugurada en 1894. La proyectó el gran paisajista Carlos Thays. La reformaron pero aún naturaleza y arte se potencian, como en la mayoría de su legado. La rodea el monumental edificio original del Palacio Sarmiento, conocido como Pizzurno, Monumento Histórico Nacional, sede del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación y de la Biblioteca Nacional de Maestros, fue construido entre 1886-8 por el arquitecto Carlos Altgelt y su primo Hans Altgelt, con distintas influencias, principalmente, francesas -neoclásico y, para algunos expertos, incluso "versallescas"-. Y en los años 80 tuvo remodelaciones. Cerca está la pizzería El Cuartito (1934).

5) "Tierra del Fuego". El Parque Las Heras abarca unas doce hectáreas entre Las Heras, Coronel Díaz, Salguero y Juncal. Cuesta imaginarlo: pero en diez de esas hectáreas hubo cinco pabellones de dos pisos y 120 celdas y dos pabellones de 52 celdas, rodeados por muros de siete metros de alto y por torres para vigilar. Fueron parte de la sede de la Penitenciaría Nacional, apodada "Tierra del Fuego", porque recordaba a la del sur del país. Funcionó allí entre 1877, cuando la zona, entre barriales y malevos, se parecía mucho otra forma del "fin del mundo", y 1962, año de su demolición.

A fines de 2017, los senderos curvos de Parque Las Heras fueron rediseñados y, además de árboles, incorporaron 1.000 m2 de arbustos y herbáceas, baldosas semi-absorbentes y luces para mejorar la seguridad, según fuentes oficiales. Los circuitos aeróbicos y de bicis tienen su lugar. Para tomar aire o leer, los bancos vintage son ideales. ¿Sombra? En noviembre de 2017, cuando el Gobierno porteño terminó de arreglar el lugar, dijo -entre reclamos vecinales- que sacó 70 árboles en mal estado y que puso 100.

Bonus track, de leyenda: El edificio que hoy es sede de la Facultad de Ingeniería de la UBA -protagonista de otra nota GPS de Clarín- es un sello de la avenida Las Heras. Fue diseñado por el arquitecto uruguayo Enrique Prins entre 1912 y 1938, en estilo neogótico. Debido a problemas presupuestarios, quedó inconcluso. Su posible derrumbe por errores de planificación y el suicidio de su autor son mitos comprobados. Los vitrales y la imponente escalera, en cambio, resultan de cuento. En serio. En Las Heras 2214.

Fuente CLARIN 



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